¡Torrelavega, despierta!

El domingo despertamos en Torrelavega con la noticia de que una “intervención policial rutinaria” en un conocido bar se había saldado con la identificación de hasta sesenta y tres menores de edad. El concejal de seguridad ciudadana, Pedro P. Noriega, se ha mostrado muy sorprendido por el hecho de que tantos menores se encontrasen un sábado a esas horas en un bar. ¿Sorprendido, Pedro? ¿De verdad? 

Cualquiera que recorra de vez en cuando las calles de Torrelavega, cualquiera que le tenga tomado el “pulso” a la ciudad, es consciente de que, aunque es algo terrible que menores de edad se inicien en la cultura del alcohol, realmente apenas les quedan opciones. Salir, beber, el rollo de siempre, que decían los Extremoduro, o dedicar las horas de ocio al entretenimiento digital en soledad, aislados del resto de la sociedad por una muralla de wifi y datos. ¿Que la chavalada bebe? ¿Y qué va a hacer, si en esta ciudad apenas tienen otras opciones de ocio y cultura?

Por muchas proclamas huecas que puedan realizar los más cínicos y caraduras del equipo de gobierno, la vida cultural en Torrelavega agoniza. Un paseo por las calles de la ciudad por la tarde o la noche muestra esta evidencia con una claridad meridiana.

¿Por qué sucede esto? ¿Qué ha llevado a Torrelavega a convertirse en un páramo, en un erial cultural? Desde luego que esto no ha sido siempre así. Torrelavega ha sido referencia dentro de Cantabria como vanguardia cultural en los años 80 y 90, eclipsando a Santander gracias al talento, la creatividad y el ingenio de las gentes de esta ciudad. Música, pintura, teatro, audiovisuales...

Torrelavega ha sido referencia dentro de Cantabria como vanguardia cultural en los años 80 y 90, eclipsando a Santander gracias al talento, la creatividad y el ingenio de las gentes de esta ciudad.

Por supuesto que las condiciones económicas de Torrelavega, tan afectada por la desindustrialización orquestada desde Bruselas y la posterior crisis económica (que ya va a hacer su décimo año) han tenido buena parte de la culpa. Ha robado a la ciudad su futuro, pues la gente joven tiene que migrar en busca de trabajo: aquí prácticamente no hay empleo, y nuestros jóvenes más preparados marchan hacia Barcelona, Bilbao o Madrid, o hacia Londres o Berlín, en busca del futuro que aquí les niegan.

Entramos en un círculo vicioso: no hay trabajo, por lo que la juventud se tiene que ir. Las iniciativas innovadoras de ocio y cultura se van a otros lugares por la completa falta de apoyo de las instituciones, y lo poco que llega a florecer en este erial en el que se ha convertido Torrelavega nos es arrebatado por la capital. Esto provoca frustración en la gente que tiene ideas e iniciativas, por la falta de apoyo, por lo que cada vez la gente se esfuerza menos, consciente de que el fruto de su trabajo no será ya no recompensado, si no siquiera apreciado.

Parece que las únicas actividades de ocio y cultura que reciben algo de apoyo por parte de los poderes públicos son las folclóricas y tradicionales: está bien apoyar las manifestaciones culturales populares de tiempos pasados, pero debería abrirse más el abanico de opciones, y recordar aquella Torrelavega creativa e innovadora que tuvo una revolución cultural en los 80 y los 90: aquella fuerza creadora no está agotada: sólo dormita, a la espera de recibir algo de apoyo.

La fuerza creadora de los 80 y 90 no está agotada: sólo dormita, a la espera de recibir algo de apoyo.

Con el dineral que ha costado el fiasco del año jubilar se podían haber impulsado actividades de ocio y cultura, no sólo en Torrelavega, si no en toda Cantabria. Pongamos como ejemplo el concierto de Scorpions este verano en el Malecón: 40.000€ pagados por el ayuntamiento, y luego las entradas a 40€: es decir, pagamos dos veces. Si se paga entrada... ¿Para qué eran los 40.000€? ¿Y todas las iniciativas que se podían haber apoyado con ese dinero?

El equipo de gobierno parece que tiene, en este aspecto, la misma actitud que con el dragado de la presa: “ánimo de ir tirando”, en palabras del alcalde: cumplir los mínimos que pide la ley, y externalizar y privatizar todo. Por ejemplo, el local del Consejo de la Juventud, que en el pasado dio cobijo a numerosas asociaciones culturales y colectivos de jóvenes que lo gestionaban de forma auto-organizada, lleva cerrado varios años, y la intención del equipo de gobierno es externalizarlo.

El Consejo de la Juventud lleva años cerrado y la intención del equipo de gobierno es externalizarlo

¿Qué hace el equipo de gobierno para dinamizar la ciudad? Pues gastarse 80.000€ en una “bola de luces” para la Plaza Roja durante estas navidades, con una siniestra similitud con la Estrella de la Muerte de Star Wars. Mientras tanto, en Torrelavega seguimos sin cine, seguimos sin local de la juventud, seguimos sin sala de conciertos.

Tanto se habla del PSIR de “las Excavadas” (para un nuevo polígono industrial, aunque los que ya tenemos no estén aún llenos), que tanto rechazo ha encontrado entre las gentes de esta ciudad, pero realmente a Torrelavega le vendría muy bien un PSIR cultural para dotarnos de infraestructuras necesarias para revitalizar culturalmente la ciudad: no podemos depender del teatro Concha Espina, que cuesta 1000€ cada día que se abre.

Torrelavega agoniza, y para salvarla es necesario un cambio de mentalidad: las instituciones públicas deben apoyar y fomentar las creaciones locales, las ideas e iniciativas de los y las torrelaveguenses. No podemos dejar que nuestra ciudad siga sumida en un sopor mortal, recordando antiguas glorias mientras evita mirar el sombrío futuro: ¡Torrelavega, despierta!