POLÍTICA

Reflexiones de un cántabro en Barcelona durante el 1-O

La principal conclusión de lo vivido el pasado domingo en Cataluña es que no hay marcha atrás para un proceso en el que el porcentaje de desafectos ha crecido gracias a las políticas de Rajoy, que ha perdido la batalla.

cantabro en barcelona
Un cántabro en Barcelona

Tengo claro que no hay marcha atrás en el proceso independentista en Cataluña. Es la conclusión más clara que puedo sacar de lo ocurrido este 1-O en las calles de las ciudades catalanas. Y no siento ningún interés por nacionalismo alguno. Solo me interesan las personas y sus problemas. Pero los problemas reales, no los creados artificialmente para defender intereses del poder.

Es por esto que el asunto catalán debería dejarme frío. Y así es en el fondo, pero no soporto que se impida un acto tan natural como contar cuántos de ellos prefieren irse y cuantos quedarse. Además, los debates e informaciones sobre asuntos nacionalistas suelen tener más corazón que cabeza, más bandera que política. Por eso no me fiaba de lo que me transmitían los medios. Como tengo tendencia a la movilidad, decidí pasar el fin de semana en Barcelona y ver lo que realmente pasaba con mis propios ojos.

No soporto que se impida un acto tan natural como contar cuántos de ellos prefieren irse y cuantos quedarse

Mi impresión de entrada fue de auténtico choque, porque a diferencia de lo que se desprendía de las informaciones, la gente no estaba enfadada ni crispada. Son gente amable y equilibrada y, siendo santanderino, me trataban de fábula. Es más, las únicas caras crispadas que vi el sábado fueron las de una manifestación de gente de esa que se enfunda la rojigualda a modo de capa. Allí había testosterona a mansalva. No me gusta la gente que se cubre con banderas, prefiero las que enarbolan el diálogo y la razón; las hay en todos los bandos, pero a las que me refiero es a la única manifestación, no violenta porque nadie les hacía caso, sino "estridente", que enrarecía el plácido inicio del fin de semana.

El sábado fue, como digo, un día absolutamente normal y tranquilo en Barcelona. Solo los mencionados manifestantes y los helicópteros de Guardia Civil y Policía Nacional en permanente vuelo bajo rompían, de manera intimidatoria, la calma de los barceloneses que soportaban con resignación.

A lo largo del sábado pude hablar normalmente con un buen número de ciudadanos sobre el process, no como pasaba en nuestra vecina Comunidad Autónoma, donde antaño no debías sacar el tema independentista a no ser que lo fueras. Aquí y ahora puedes darles tu punto de vista, y lo reciben con respeto. Yo intentaba hacerles comprender que gran parte del resto del Estado lo que queremos es que quieran quedarse. No obligarles a quedarse. Eso les gustaba mucho, pero mostraban cierto escepticismo. No me extraña a juzgar por las políticas de Rajoy. Y ese mismo día pensé que, aunque Rajoy ganara la batalla del 1-O, la guerra la habíamos perdido ya los que queremos evitar que Cataluña se separe.

Aunque Rajoy ganara la batalla del 1-O, la guerra la habíamos perdido ya los que queremos evitar que Cataluña se separe

Los organizadores del referéndum pidieron a la población que a las 6 de la mañana rodearan los colegios electorales para protegerlos. Yo quería verlo. Sin intervenir, claro, no tenía derecho a meterme en sus asuntos. Para poder verlo, lo primero era localizar algún colegio electoral. Imposible: todas las webs con información sobre la consulta estaban intervenidas por la autoridad competente, o sea, Guardia Civil y Policía Nacional a las órdenes de un fiscal.

Como la mayoría de los colegios electorales son escuelas, fui a una web de la Consejería de Educación y elegí el Colegio Cervantes, en el Barrio Gótico. A las 6 de la mañana llegué y me coloqué a una distancia suficiente como para no intervenir en los actos, mucho menos en la propia defensa del colegio. Llegaron los Mossos y al rato se retiraron: "Nos vamos; si nos necesitáis, llamad", cuentan que se despidieron. ¿Qué significaba "si nos necesitáis"?

Un instante del 1-O en Barcelona. Foto: R.G.

El resto del día transcurrió en la incertidumbre: ¿el colegio sería o no atacado, como llegaban noticias de lo que ocurría con otros? Podía ser en cualquier momento, pero pasaba el día y no. Yo pensaba que, al ser la localización del Cervantes en calles estrechas, los cuerpos militar (Guardia Civil) y civil (Policía Nacional) esperarían a que hubiera menos gente. Pero nunca dejó de estar abarrotado. Yo paseaba por la ciudad y cuando volvía seguía la misma cantidad de gente. Incluso a veces crecía, debido a que acudían los votantes de otros colegios que habían sido cerrados.

Hoy, lunes 2-O, aquí hay calma, como siempre, pero las sonrisas no pueden disimularse

Por cierto, sobre la idea difundida de que se podía votar varias veces, yo no puedo asegurar nada, pero desde luego el voto se interrumpía cuando las conexiones telemáticas se caían. Esto quiere decir que el censo no estaba en papel, sino en una base de datos central donde se anotaba quién había votado. Por tanto no creo que eso haya ocurrido, al menos de manera generalizada.

También hay que tener en cuenta que el aparato de propaganda de descalificación del referéndum era muy importante. Hasta Pedro Piqueras llegó a desinformar en televisión de que las urnas aparecieron ya llenas a primera hora. ¿Para qué? ¿Para conjurar el triunfo del NO? No hacía falta hacer trampas para que ganara el SÍ, entre otras cosas porque los señores de la rojigualda a modo de capa no votarían, pero junto a los que el sábado cantaron el himno de la Legión en Sant Jaume, se movilizan 1.000 síes por cada uno.

A las 21 horas volví a las inmediaciones del Colegio Cervantes y seguía habiendo una cantidad de gente similar. Esperé en el asador Orio junto a un buen Getariako Txakolina y, tras la tensa espera, cantando L'Estaca, finalmente, sobre las 9:30 horas, terminó el recuento: 80 y pico porciento de síes. Y no puedo dar un dato exacto porque estaba tan lejos, por no intervenir, que no oí bien.

Lo que sí traigo claro, por tanto, es que no hay marcha atrás. En los últimos años ha crecido mucho el porcentaje de desafectos, gracias a las políticas de Rajoy. Pero es que al parecer, Rajoy también ha perdido esta batalla y hoy, lunes 2-O, aquí hay calma, como siempre, pero las sonrisas no pueden disimularse. Gracias al fino estratega, el paradigma actual se sitúa en el binomio Civismo vs Represión. Imposible de ganar.