CIENCIA

Leonardo Torres Quevedo, el gran inventor olvidado

Las patentes del científico cántabro han ayudado a definir la era moderna. Entre sus proyectos se cuenta el control remoto, los dirigibles, la inteligencia artificial y un precedente del ordenador.

El Transbordador del Niágara no ha cambiado prácticamente nada entre 1916 y 2016
El Transbordador del Niágara no ha cambiado prácticamente nada entre 1916 y 2016

El 8 de agosto de 1916 se inauguraba en Niágara (Canadá) el primer teleférico para pasajeros de Norteamérica, el conocido comoTransbordador del Niágara. No había sido el primer proyecto de este tipo que trataba de ponerse en marcha, pero sin duda sí fue el que más repercusión obtuvo. Y el proyecto fue enteramente español. Su creador, Leonardo Torres Quevedo, nacido en Santa Cruz de Iguña (Molledo) en 1852, siempre ha sido relacionado con este logro, pero sus logros van mucho más allá, tanto en inventos como en la revolución cultural y científica que ha supuesto su figura, olvidada para muchos, a lo largo de los años.

Hablar del control remoto, de los globos aerostáticos dirigibles, de lacomputación e incluso de la inteligencia artificial es hablar de Torres Quevedo. Y aunque su nombre es un gran desconocido para buena parte de la población, entre la que se encuentra la cántabra, en este 2016, con motivo del centenario de ese transbordador que aún hoy funciona como el primer día, diversos actos por España y el mundo se han propuesto recuperarlo y reivindicar su hueco en la historia.

"Lo importante de Torres Quevedo no es la máquina en sí, sino que escribe el libro teórico para crear la ciencia que necesitan esas máquinas"

“Cuando hablamos de inventos pensamos en una máquina, pero lo importante de Torres Quevedo no es la máquina en sí, sino que escribe el libro teórico para crear la ciencia que necesitan esas máquinas, que son el ejemplo”, ha explicado a este diario el profesor titular de Historia de la Ciencia de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Francisco A. González Redondo, comisario de la exposición de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en colaboración con la Asociación Amigos de la Cultura Científica que puede verse en el Campus de Las Llamas.

Los motivos por los que “no ha permeado” en la sociedad cántabra (y en general en la española) son “complicados de entender”. “La cultura se asocia a cineastas, pintores, artistas, literatos, pero no se entiende que la ciencia sea parte de la cultura. Quizá eso también eso es un hándicap. La parte científica ha quedado al margen”, ha afirmado.

Transbordador del Niágara y dirigibles

Sin duda el proyecto más conocido de Leonardo Torres Quevedo es el Transbordador del Niágara, al que incluso la empresa Google dedicó un ‘doodle’ en 2013. Como explica el propio González Redondo, “es un proyecto español, con patente española, ingeniero español, explotación española, fabricación española (de la empresa Gasset)”.

Para González Redondo, “el problema de Torres Quevedo es que se adelanta demasiado a su tiempo en muchos campos: la inteligencia artificial, la computación, …”

Pero va más allá. El transbordador es “un invento cántabro”, pues se concibe en el Valle de Iguña, donde Torres Quevedo, habiendo recibido una cuantiosa herencia, “se dedica a pensar en sus cosas, como él mismo dijo”.

Los comienzos, sin embargo, no fueron sencillos. De hecho, la patente de este invento es de 1887. Fue en aquel momento cuando lo presenta en Suiza, y donde fracasa porque no podía aceptarse que un inventor español pudiera superar a los oriundos del país. Tampoco logró tener gran éxito en San Sebastián, donde a pesar de llegar a construirse y funcionar, finalmente fue cerrado.

El nombre de Torres Quevedo también se relaciona con los dirigibles. Es más, su diseño, que une lo mejor del modelo francés y del alemán Zeppelin, ha llegado a utilizarse en el reciente conflicto ruso ucraniano. Con todo, la fama se alcanzó durante la I Guerra Mundial, donde su invento tuvo un “papel capital en la victoria de los aliados”.

El dirigible diseñado por Torres Quevedo utilizado en la I Guerra Mundial también se ha visto en el conflicto entre Ucrania y Rusia

Sin embargo, no era este uso bélico el objetivo del inventor cántabro. “Torres Quevedo resuelve problemas cuando necesitan ser resueltos para la Humanidad”, afirma González Redondo, para quien Torres Quevedo, “en el cambio de siglo, comprende que el hombre todavía no vuela”.

Al igual que él, muchos otros científicos se lanzan a la creación de aparatos que permitan al hombre conquistar el aire. La creación de los globos aerostáticos presenta un inconveniente, y es que “el viento lo lleva donde quiere”.

El transbordador es “un invento cántabro”, pues se concibe en el Valle de Iguña

El diseño de Torres Quevedo, y por el que se ha distinguido del resto de sus contemporáneos, es trilobular. El dirigible consta, por tanto, de tres pequeños diámetros que le permiten “durar mucho más, y le dan forma de alas” que facilitan su estabilidad. El científico español logra, de este modo, aumentar la rigidez del modelo francés y reducir el peso del modelo alemán.

“Algo tuvo que hacer bien”, como señala González Redondo, cuando su uso se extiende durante la I Guerra Mundial. “El dirigible tiene autonomía de horas, mientras que los primeros aeroplanos de minutos. A medida que avanza la guerra llegan a ser días. De hecho, un dirigible de Torres Quevedo llega a batir el récord de cuatro días de vuelo al final de la guerra”, explica el profesor titular de la UCM.

Su éxito es incuestionable. “Ni un solo convoy de aprovisionamiento de las Islas Británicas fue atacado desde que se utilizaron los dirigibles del sistema Torres Quevedo”, como aseguran varias fuentes. Desde estos aparatos, que podían adentrarse en el mar mucho más lejos y durante más tiempo que los primeros aviones, se avistaba la sombra de los submarinos y los torpedos en una época en la que no existía el sónar, evitando potenciales ataques.

Mando a distancia

Tanto el transbordador como el dirigible son creaciones que han perdurado a lo largo de los años de forma casi inmutable. Han cambiado materiales, se han sustituido piezas, pero tanto el diseño como el funcionamiento permanecen prácticamente intactos. Sin embargo, en el repertorio de patentes de Torres Quevedo existen otros proyectos que han ayudado a definir la era moderna.

"Un dirigible de Torres Quevedo llega a batir el récord de cuatro días de vuelo al final de la guerra”

Uno de esos inventos es el Telekino, reconocido por el Institute of Electrical and Electronics Engineers (IEEE) de Estados Unidos como el precedente de los “principios operacionales del control remoto sin cables”. Su patente, del mismo año que la del dirigible (1902), se concibe para evitar las muertes que podía provocar el uso de estos medios de transporte todavía incipientes.

“Se mató mucha gente probando los dirigibles”, ha afirmado el profesor de la UCM, que define este invento como “un autómata, con un emisor de códigos morse que mediante ondas hertzianas recibe un receptor. El receptor tiene memoria y piensa, interpretando las señales que recibe”.

Visto hoy, “es la misma base que la de los drones”. Y aunque no logró probarlo con dirigibles, sí lo hizo con vehículos terrestres de tres ruedas y en el agua. “Lo quería para rescate de náufragos, dirigir torpedos, etc.”.

Invento más relevante

Aunque en palabras de González Redondo, el invento más relevante, y dado que el siglo XXI se define por las nuevas tecnologías de la información, es el de los Ajedrecistas de 1912 y 1922, inteligencia artificial capaz de superar la del ser humano en el final de una partida de ajedrez. “Demostrar la realidad de la inteligencia artificial” como hace con este invento “hace que no sea considerado un juguete, sino una demostración”, asegura.

Visto hoy, el Telekino (control remoto sin cables) “es la misma base que la de los drones”

A esto se sumaría el que podría considerarse el primer ordenador, tal vez no en el sentido estricto como se conoce hoy en día, pero sí como precursor de las bases sobre las que se sustenta la máquina moderna. En el texto sobre el Ajedrecista, como explica González Redondo, utiliza el ejemplo de las “máquinas analíticas”, las computadoras.

Torres Quevedo logró terminar en 1917 el Aritmómetro electromecánico, pero “necesita algunos retoques. Tenemos un teclado, un órgano de entrada de datos, y uno de salida, y una CPU. La máquina memoriza las órdenes y comprende lo que se le dice, y manda el resultado a la impresora”.

Desde la perspectiva histórica “podemos decir que puede ser considerado el primer ordenador electromecánico de la historia”, opina el profesor de la Complutense.

Figura universal

Desde la perspectiva histórica “podemos decir que puede ser considerado el primer ordenador electromecánico de la historia”

Lo cierto es que Leonardo Torres Quevedo “ha participado en casi todo de la era moderna”. Entonces, ¿por qué no ha sido reconocido como podría esperarse? Para González Redondo, “el problema es que se adelanta demasiado a su tiempo en muchos campos: la inteligencia artificial, la computación, …”.

“La gente no entiende en aquel momento lo que propone. Torres Quevedo solo escribe en español y en francés, por lo que en Inglaterra no le siguen. Y no ha habido nadie en España que haya seguido sus pasos”, asegura.

Pero a todo esto se suma un problema exclusivo de este científico cántabro: “Es tanto lo que inventa que es muy difícil identificar el nombre de la persona con un mérito”.