SOCIEDAD

Cambio al horario de invierno: ¿beneficio o perjuicio?

La Tierra
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El cambio al horario de otoño se hace el último domingo del mes de octubre para ajustar la jornada laboral a las horas de luz natural. Así, la madrugada del próximo domingo, 31 de octubre, finalizará el horario de verano cuando a las 03:00 horas se retrasen los relojes y de nuevo volverán a marcar las 02:00 horas en España. De este modo, se recuperará un año más el horario de invierno, de acuerdo con la Directiva Europea del Cambio de Hora que se aplica en todos los Estados de la UE.

Desde que se puso en marcha el cambio horario y más acrecentado en los últimos años, ha habido un intenso debate respecto a sus beneficios y perjuicios y la acertada o no decisión de mantenerle.

En España, el Ejecutivo creó una comisión de 14 'sabios' para determinar la conveniencia o no de eliminar el cambio de hora estacional y, en caso de decisión afirmativa, decidir qué horario era más adecuado, el de verano o el de invierno. En marzo del 2019, esta comisión presentó un informe en el que no llegó a ninguna "resolución concluyente", habida cuenta de la "gran cantidad de repercusiones de impacto" que tiene esta medida en campos como el económico o el cultural.

España, geográficamente, está ubicada en el uso GMT+1 coincidiendo con la mayor parte de Europa, excepto Reino Unido, Irlanda y Portugal, que se mantienen en el UTC/GMT+0. Esta adscripción de huso es la que marca desde 1940 la hora oficial española, adelantada en 60 minutos a la hora universal.

En la latitud de España las horas de sol son las mismas, aproximadamente diez en invierno y unas 14 en verano, pero no amanece o anochece a la misma hora en el este que en el oeste, pudiendo haber más de una hora de diferencia de un extremo al otro. Vigo, por ejemplo, es la ciudad europea en la que más tarde anochece.

En el plano económico, hay quien afirma que el cambio horario puede suponer un ahorro de seis euros en un año. Tener una hora más de luz solar reduce el uso de iluminación artificial, de electrodomésticos y aparatos energéticos, en general. Aunque este ahorro, en general, se nota menos en el invierno, el objetivo principal que se persigue al retrasar el reloj una hora en invierno y adelantarla en verano es aprovechar más la luz natural diurna. En contraposición, otros no comparten este posible ahorro, por ejemplo, las empresas que trabajan después de las seis de la tarde.  

En cuanto al medioambiente, contribuye a luchar contra el cambio climático. La producción energética se basa en su mayoría en el uso del carbón o el petróleo. Estos combustibles fósiles emiten dióxido de carbono (CO2), un gas involucrado en el cambio climático. Cuanta menos energía se utilice, menos CO2 se emite. Además, reduce la contaminación y disminuye la necesidad de materias primas. Cuanta menos energía se produce, la cantidad de materias primas necesarias para ello es menor. 

Sin embargo también surge la pregunta "¿Realmente ahorra energía?". Algunos expertos y estudios aseguran que puede favorecer la aparición de picos de demanda de electricidad, o que la reducción que se consigue a ciertas horas se aumente a otras horas, y el balance final no compensa. Siguiendo con los inconvenientes, genera una mayor contaminación lumínica ya que el alumbrado público genera una serie de inconvenientes económicos y ambientales que podrían aumentar con un mayor empleo del mismo.

Por ultimo, entre los beneficios que dicen tener para la salud, los expertos señalan que es más llevadero el momento del cambio horario de otoño que el de primavera, porque disminuyen las horas de luz. Esto favorece la secreción de melatonina, que, a su vez, ayuda a conciliar el sueño. Y es que la luz no produce el mismo efecto durante la mañana que durante la tarde: por la mañana activa el ritmo, pero la luz durante la tarde lo demora.

En contraposición, los detractores del cambio horario consideran esta medida antinatural, y señalan que puede alterar el sistema nervioso central y provocar estados de irritabilidad o depresión. Los cambios estacionales de hora no tienen por qué afectar a todo el mundo, y suelen acusarlos más las personas mayores y los niños. Son muy molestos, aunque a menudo sean trastornos más psicológicos que orgánicos.